martes, 30 de abril de 2013

10 AÑOS DE IMPUNIDAD



"En estos diez años hemos enfrentado la impunidad más poderosa de los tres poderes públicos que desconocieron lo evidente, con un solo objetivo: tapar la culpabilidad de una inundación evitable", dice el documento leído anoche...


Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
Miles de personas se concentraron anoche en la plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, a diez años del 29 de abril de 2003. "Una década de impunidad", era la consigna escrita en el palco, en las baldosas y repetida en los gritos de bronca. La demanda de justicia se explica: el juicio a los tres imputados: el ex ministro Edgardo Berli; el ex director de Hidráulica, Ricardo Fratti y el ex intendente Marcelo Alvarez, aún no tiene sentencia y el ex gobernador Carlos Reutemann sigue al margen de la causa. "Un crimen hídrico", lo calificaron en el documento que se leyó a cuatro voces para denunciar cuando un brazo del Salado ingresó a Santa Fe por una defensa inconclusa, arrasó a 130 mil santafesinos y dejó 158 muertos: 23 directos y los demás por secuelas. Una catástrofe única en el mundo: el río llegó a estar casi tres metros más alto en los barrios del oeste ﷓2.70 para los especialistas﷓ que en su propio curso, hasta que dinamitaron los defensas para evitar que el embalse cubriera toda la ciudad. "El crimen hídrico tiene culpables, y más tarde que nunca pasarán por los Tribunales", advirtió el reclamo.
La convocatoria de anoche no reflejó la magnitud de la catástrofe. La plaza se cubrió de santafesinos, pero no como en otras citas. "¿Dónde está la gente que pedía más democracia en el 18A?", preguntó un cartelito que una joven embarazada se colgó en la panza. Y en la espalda exhibía otro: "Cárcel a los inundadores". Una síntesis de las ausencias y las cuentas sin rendir.
El acto tuvo tres puntos de atención: el palco, de espaldas a la Casa Gris. El centro de la plaza, poblado de las cruces que se plantaron desde 2003, ahora pintadas de blanco y atravesadas por una pancarta con 158 nombres. Y las puertas de Tribunales, donde la Marcha de las Antorchas -uno de los grupos históricos que sobrevivieron a la catástrofe﷓ levantó una figura de Reutemann, con traje a rayas. El camino desde el monumento a las cruces hasta la vereda de enfrente fue entre reclamos. Centenares de personas rodearon la imagen del ex gobernador colgada en las rejas del Palacio de Justicia y comenzaron a batir palmas, ante un cordón de policías uniformados. Estuvieron allí mucho tiempo para plantear las demandas y broncas contenidas.
"Se cumplieron 10 años del mayor crimen hídrico de la Argentina, de la inundación evitable del río Salado que arrasó a más de 130 mil santafesinos, en su mayoría pobres. Las cifras la hemos gritado miles de veces, por eso volvemos a esta plaza con la misma bronca", señaló el documento que se leyó al final. "Las cruces están allí, plantadas. No hay memoria sin justicia y no puede haber justicia sin verdad".
"Marchamos y marcharemos contra todas las mentiras de los inundadores: Reutemann, Jorge Obeid, Alvarez, Berli...". Y "contra la justicia que los apaña y los esconde", dice la declaración que menciona a los dos jueves que tramitaron la causa: Diego de la Torre y Jorge Patrizi, los fiscales Ricardo Favaretto y Candioti Leiva, camaristas y ministros de la Corte Suprema.
"Hermes Binner antes de ser elegido gobernador nos recibió y prometió ayuda. Mientras nos atendía por una puerta, por la otra le ofrecía a Reutemann el Ministerio de la Producción. Más mentiroso, imposible. Después, nos ofreció el decreto 634, cuyo único objetivo era detener la causa penal". Y en la Legislatura, "ni el Senado ni la Cámara de Diputados intentaron investigar lo que nos había ocurrido. Igual que en los crímenes de diciembre de 2001, no abrieron la boca y no escucharon al pueblo. Por eso, los declaramos personas no gratas".
"Hoy ﷓denunció el documento﷓ los nuevos hipócritas quieren utilizar estas luchas para servirse el postre político en las elecciones de este año, cuando en realidad son mediocres y algunos se han convertido en 'compañeros' de los inundadores, los alaban y los consideran observadores equilibrados de la política santafesina".
"A los inundadores los seguiremos enfrentando con la justicia de nuestra causa. A lo cómplices, actuales, con la verdad de que han dejado pasar cinco años y medio sin hacer las obras que necesita la ciudad. Por eso, se siguen inundando los barrios más humildes".
"En estos diez años hemos enfrentado la impunidad más poderosa de los tres poderes públicos que desconocieron lo evidente, con un solo objetivo: tapar la culpabilidad de una inundación evitable. El crimen hídrico tiene sus culpables y más tarde que nunca pasarán por los Tribunales", finalizó.

Una serie de videos para ver: 


miércoles, 24 de abril de 2013


La discusión oculta

Teodoro Boot / Pájaro Rojo

Según un trabajo realizado por un grupo de investigadores y docentes de la montevideana Universidad de la República, Uruguay es el país de la región que con mayor eficacia ha conseguido reducir los índices de pobreza, mientras Argentina es el que con mayor eficacia ha conseguido reducir la desigualdad, lo que si se quiere, es aun más meritorio, ya que habla de un cierto cambio estructural.

Como todos los gobiernos que intentaron desarrollar el país, el actual debe lidiar con los trastornos provocados por una estructura productiva desequilibrada en la que coexisten un sector exportador primario que opera a precios internacionales con un sector industrial de costos más elevados, que, en principio, lo vuelven internacionalmente poco competitivo.

Sin intención de perpetrar una intromisión en la teoría económica, agreguemos que a lo largo de nuestra historia, este desequilibrio ha provocado periódicas crisis en la balanza de pagos, limitando de esa manera el crecimiento económico.

¿Por qué? Porque al verse impedido de exportar, el sector industrial no puede proveer las divisas necesarias para sostener su crecimiento, las que han ingresado básicamente por medio del sector primario que, por "tradición" (aunque con intermitencias, ha ejercido el poder prácticamente desde nuestra independencia) y por factores climáticos y ambientales, tiene una alta rentabilidad, aunque una limitada elasticidad (con nueva maquinaria y el personal adecuado no se duplica la cosecha de un año a otro, mientras que con nueva maquinaria y el personal idóneo, es posible multiplicar en breve lapso la producción industrial).

Por otra parte, a lo largo de la historia el sector primario se ha visto sometido a bruscas variaciones de precios y, hasta no hace muchos años, a una constante caída del valor relativo de los mismos.

Debido a diversos factores, esa característica se ha alterado en la última década: los precios de los commodities se mantienen en alza, al tiempo que se registra una fuerte caída en los precios industriales, en parte por razones tecnológicas y en parte debido a la crisis económica internacional.

Esta nueva situación es un factor sorprendentemente favorable y al mismo tiempo constituye una peligrosa tentación, la de prescindir de la industria, que fue el camino elegido por la generación del 80 tras una ardua polémica y en circunstancias similares. 

Las condiciones para la industrialización 

Por razones tecnológicas y fundamentalmente de escala, el sector industrial argentino es menos competitivo internacionalmente que el primario, pero observemos que mientras el crecimiento del sector primario expulsa mano de obra, el desarrollo y la simultánea diversificación del sector industrial es el único que puede absorberla.

Excepto aquella de alta competitividad y dedicada al mercado externo, para reducir sus costos la mayor parte de la industria argentina requiere de dos condiciones esenciales: la ampliación de la infraestructura y el crecimiento del mercado interno. En otras palabras, obra pública y transferencia de ingresos hacia los trabajadores y desocupados, para lo cual hace falta dinero, que podría provenir del endeudamiento externo o de la exportación de bienes primarios.

El endeudamiento es un círculo vicioso del cual resulta difícil salir: como se ha visto desde Martínez de Hoz hasta Cavallo, la Argentina fue incrementando geométricamente su deuda externa… para pagar los servicios de la deuda externa. No sólo no conviene contraer deuda externa, sino que es imperioso continuar desendeudándose, por lo que la fuente de financiación de la industria debe provenir del sector primario. De ahí las retenciones, que convendría fueran móviles para, dependiendo de las oscilaciones de precios internacionales, proteger o bien al consumidor nacional ante las subas o bien al productor frente a las bajas.

Ahora bien, si la capacidad de expansión del sector primario es muy reducida y la del sector industrial muy alta, el crecimiento del sector industrial nos precipitaría a una crisis de balanza de pagos, pues tanto por la propia debilidad del sector como por resultado de las políticas ejecutadas durante la mayor parte de los últimos 50 años (que intentan ser revertidas por el Ministerio de Industria), la expansión del sector industrial provoca un incremento en las importaciones: por cada punto de aumento del PBI industrial, deben incrementarse 4 puntos las importaciones de insumos y bienes de capital, lo que vuelve al superávit comercial un objetivo central y a la política cambiaria el alma de la política económica y de la política en general: si no se mantiene o incrementa el superávit comercial y no se protegen las divisas, el crecimiento industrial se hace imposible. Y lo mismo ocurriría, y aún peor, si la opción para superar esa restricción fuera el endeudamiento. 

Industria ¿sí o no? 

Se dirá: pero esto es tan dificultoso que tal vez nos convenga volver a ser "el granero del mundo", especializarnos en los servicios y dejarnos de jorobar con la industria.

¿Es una opción?

Para algunos sí. Así lo cree, por lo menos, la Mesa de Enlace, y lo dicen aun más explícitamente, sus bases, los representantes de la gran industria exportadora y hasta Hermes Binner, aunque tal vez sin saber lo que dice, o más bien sin entender las implicancias de lo que dice. Le ocurre a mucha gente, y es en realidad una discusión que el país debe darse en forma imperiosa: ¿Queremos o no queremos tener industria?

Ésta es una discusión que debe ser explícita y no como viene siendo, soterrada y oblicua, en la que nadie cree discutir lo que en realidad está discutiendo, ya que ante una respuesta por la negativa, la siguiente pregunta sería: ¿Qué hacemos entonces con los 35 millones de personas que sobran? ¿Y quién podrá saber si en ese momento se encontrará entre quienes discuten o entre quienes sobran?

Aun con el absurdo que contiene, esa opción, esa discusión, está en el trasfondo de las discusiones políticas, es su base y su sentido. Veamos sino. 

El superávit comercial 

¿Cuáles son los lubricantes de la actividad industrial? El mercado interno, las obras de infraestructura, el fomento a las exportaciones, la protección respecto a la competencia externa, el acceso al crédito y la capacitación de operarios, ingenieros y técnicos.

El mercado interno requiere de una masa con dinero en los bolsillos, lo que supone incrementos de sueldos, combate a la informalidad y subsidios directos e indirectos. Luego de eso, la propia actividad provoca su crecimiento, con la aparición de nuevas fuentes de trabajo y el consiguiente círculo virtuoso ("Cuando todos tienen empleo, los salarios suben solos", afirmaba Perón) y la consiguiente inflación, que en nuestro caso actual es especulativa y por demanda y no monetaria, como se suele decir, ya que la emisión que tiene como propósito financiar la obra pública (otro lubricante) no provoca necesariamente inflación. De todos modos, la peor inflación es la cambiaria, la originada en una fuerte devaluación, ya que ésta deriva inevitablemente en hiperinflación.

Combatir la inflación por demanda es complicado, pues obedece a una regla básica del capitalismo: a mayor demanda, mayor precio. Hay soluciones parciales, como las que se implementan, pero las de fondo o más largo aliento consisten en aumentar la oferta y, fundamentalmente, la cantidad de oferentes, ya que la actual inflación por demanda reconoce otra causa: la concentración económica.

Cuando se pretende combatir la inflación con la tradicional receta de restringir el crédito y el circulante (vale decir, bajar o congelar los sueldos y encarecer los costos financieros), el resultado es el colapso de la industria y el comercio, con la consiguiente pérdida de empleo, el incremento de la conflictividad social y la crisis política. Para ejemplos frescos en la memoria de casi todos, tenemos los desdichados finales de los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa, quien tuvo que lidiar con la crisis terminal del modelo implementado en 1976 y perfeccionado sucesivamente con el Plan Austral y la Convertibilidad.

Para que esos lubricantes existan y funcionen, es conveniente que se mantengan los altos precios primarios, se incremente la exportación (lo que supone la implementación de medidas de fomento específicas), se conserven y en lo posible incrementen las retenciones y se liquiden las divisas. Por el otro, es imprescindible conservar a rajatabla el superávit comercial, aun en el actual marco de recesión internacional, que lleva a imponer trabas a la importación y trae algunas odiosas consecuencias, pero es como abstenerse de respirar cuando se está sumergido en el agua: en tal circunstancia, no respirar es molesto, pero hacerlo resulta suicida. 

La política cambiaria 

Si el superávit comercial es un núcleo de este esquema, la política cambiaria es su alma. Y ambas se encuentran íntimamente relacionadas.

La actual política cambiaria es simple, aunque difícil de sostener: dólar flotante, regulado desde el Banco Central, al que en principio le sobran divisas para hacerlo. En paralelo, y por todo lo anteriormente explicado, máximo cuidado del saldo comercial favorable, si no puede ser por aumento de las exportaciones, por disminución de las importaciones, aunque sin afectar la capacidad productiva.

El valor del peso es regulado (aunque siempre hacia la baja) para mantener la competitividad de las exportaciones, primarias e industriales, sin lesionar el mercado interno ni el desarrollo industrial. Si el peso se sobrevaluara, como ocurrió con la convertibilidad, la producción argentina perdería competitividad y lo importado resultaría más barato. La consecuencia inmediata sería la quiebra de la industria y el comercio local, la ruina de los productores agrarios, la pérdida de empleos y un enorme déficit comercial, que sería necesario financiar contrayendo deuda externa, que no habría cómo pagar como no fuera contrayendo más deuda.

Desde noviembre de 2011, inmediatamente después de las elecciones que dieron un amplio triunfo a Cristina Fernández, hay quienes sostienen que el peso está sobrevaluado y que es necesario proceder a una inmediata y brusca devaluación. Sin embargo, no existe ninguna evidencia de que el peso esté sobrevaluado: no sólo se mantiene el superávit comercial sino que el costo de bienes y servicios sigue siendo competitivo, no obstante la inflación y la baja de precios y costos internacionales debido a la crisis (por dumping, sobreproducción y reducción de salarios y empleo).

Ocurre que la inflación ha sido acompañada por una devaluación gradual pero sostenida. Una reducción brusca, como la que se pretende, provocaría una enorme transferencia de ingresos desde trabajadores, comerciantes, industriales y pequeños productores agrícolas hacia los sectores exportadores, que son los únicos que cobran en dólares y pagan en pesos. Con los demás sucede a la inversa, pues no son sólo los alimentos y los bienes y productos importados los que aumentarían brutalmente de precio: prácticamente todo lo que se produce tiene componentes importados, que encarecerían el precio final.

¿Cuál sería el resultado? El colapso del mercado interno, la ruina del comercio, la industria y el empleo, el incremento de la conflictividad por puja de ingresos y el consecuente aumento de los índices inflacionarios, todos ciclos experimentados por al menos la mitad de la población argentina actual, que lamentablemente, carece de conciencia sobre las causas y efectos de nuestras cíclicas crisis económicas.

Ahora bien, una brusca devaluación, a partir de la cual el país vendería más barato y compraría más caro, evapora el superávit comercial y lo transforma en déficit, obligando al endeudamiento para su financiación, a  no ser que se reduzcan las importaciones mediante el cierre de industrias, con las conocidas consecuencias. 

Lo que se discute cuando se discute otra cosa 

Como ya se ha dicho, el superávit comercial, el nivel de actividad y el crecimiento económico demuestran sobradamente que la estrategia cambiaria y el actual tipo de cambio son adecuados. Sin embargo, desde hace casi dos años la Argentina viene soportando una fuerte embestida devaluacionista compuesta de múltiples y simultáneas estrategias, que fueron desde la fuga de divisas (que de proseguir hubiera precipitado una crisis en la balanza de pagos, y dio origen a la restricción cambiaria) hasta la construcción hasta ahora más mediática que real de un dólar paralelo.

Hasta el momento, el gobierno y las autoridades monetarias se mantuvieron firmes y soportando la embestida lo mejor que les ha sido posible, no obstante errores e improvisaciones. Debido a ello, la presión devaluacionista adquirió características cada vez más políticas, lo que ha sido muy evidente en la última marcha opositora, en cuyas consignas habían desaparecido las "reivindicaciones" económicas que aparecían como leit motiv de los anteriores cacerolazos.

Desde ya, si el gobierno y las autoridades monetarias no pudieran soportar esta ofensiva y se vieran obligadas a ceder, se precipitaría a un final tan crítico, anticipado y conflictivo como el de los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa, ya que la brusca transferencia de ingresos, vale decir, de la apropiación de la riqueza creada a lo largo de los últimos años por parte de un sector concentrado de la economía, provocaría una altísima conflictividad social.

De ese modo, los argentinos seguiríamos sin abordar con claridad la discusión central ("¿Queremos o no queremos tener una industria nacional?") y, sin saber cómo ni cuándo ocurrió, nos encontraríamos sumidos en otra de las recurrentes crisis que han impedido nuestro crecimiento económico.

Esto es lo que está detrás del presente conflicto entre "oficialismo" y "oposición", sin que la buena parte de los oficialistas y opositores sean conscientes de qué están discutiendo y cuáles son las posibles consecuencias de sus palabras y sus ac­­ciones.
Empieza a cambiar si quieres que todo cambie (Krishnamurti)

lunes, 22 de abril de 2013

A SENTAR POSICIONES

Se realizó un nuevo cacerolazo, reclamo, marcha, o como lo quieran llamar, creo que es la tercera que se le hace a este gobierno y celebro que se puedan realizar estas expresiones sin problemas importantes; ya deja de ser “espontánea” para convertirse de un nivel de organización mucho mejor, lo que a mi criterio no tiene nada de malo, el dilema es saber quienes la organizan, no para perseguirlos, censurarlos o amenazarlos, sino para “blanquear” su postura ya que este país se a politizado mucho (para bien nuestro) en los últimos tiempos y poder identificar a estas personas enriquecería mucho más el debate político.
Siempre y cuando se sigan organizando estas manifestaciones en forma “espontánea” y sin referentes importantes (no contemos a los políticos opositores que hoy se cuelgan de las “tetas” del 18 A), a mi humilde forma de entender las cosas (que no soy nadie) NO VA A PASAR ABSOLUTAMENTE NADA, por que? Porque al Kischnerismo le conviene este tipo de confrontaciones sin un líder visible y con peso político, e inventa enemigos: Clarín, Campo, Gorilas, Grupos Empresarios, Especuladores Financieros, Partidos de derecha, etc; tampoco es casualidad que en la misma semana se de a conocer un informe de corrupción que roza muy de cerca a CFK, que el dólar blue se dispare por la liquidación de dólares de los amigos sojeros y que se de manija en forma constante “en contra” de una reforma de la justicia que hace años se viene reclamando por parte de los medios como una de las recetas para combatir el flagelo de la inseguridad, lo que enciende más la mecha de la bronca.
Los que estamos en el medio y no vamos a éstas marchas nos parece que está bien que la gente se pronuncie, pero siento mi posición: estamos en un sistema económico y social donde la fuente de la vida es un papelito al que le dicen DINERO, el dinero es la causa del egoísmo, el egocentrismo, la droga, la seguridad, los remedios, la comida, la corrupción, el clientelismo, la pobreza, la avaricia, etc. Mientras estemos en un sistema así; los gobiernos van a seguir pasando, los problemas van a seguir siendo los mismos (o la inflación es nueva en nuestro país); vamos a seguir laburando de 9 a 12 horas por día, esclavizando nuestras vidas comprando el discurso ancestral del “que el trabajo dignifica”; seguiremos embobados viendo la televisión, deseando los autos y casas de que nos refriegan los famosos desvalorizando los bienes inmateriales y materiales que tenemos en el afán de querer tener cada vez más, nos seguirán hostigando, exprimiendo y apretando para cumplir con nuestras “obligaciones” morales, económicas y sociales que a alguien en algún momento de la vida de la humanidad planteó como ideales para determinada gente.
Con esto no me planteo como un “che” Guevara de las redes sociales, si no que mi intención es plantar mi humilde posición (que creo que es la de muchos) del porque días como hoy me quedo en mi casa, a jugar con mi hija y tratar de disfrutar de los regalos que nos dá la vida lo más posible….