sábado, 22 de junio de 2013

Brasil, meu Brasil

Por supuesto, el tema son las manifestaciones de protesta en las ciudades de Brasil. Es una de esos momentos en que las noticias que aparecen en los medios tienen un cierto sabor a realidad. No porque sean más “verdaderas”, o “importantes”. Es algo más sencillo: son inesperadas. Cuando comenzó a desarmarse el sistema soviético, en los comienzos de la “primavera árabe”, en los de la crisis financiera global – todas cosas muy distintas entre sí, y aún más lejanas de la realidad brasileña – también sucedió así: la opinión pública – ese consenso difuso que forman los medios y que a su vez condiciona lo que comunican – no los esperaba.
Esto es así porque Brasil ha llevado adelante por décadas – al menos desde la fundación de Brasilia – una inteligente política de imagen en el mundo, a la que ni siquiera la brutalidad de sus dictaduras militares, o de su policía, consiguió opacar (debo decir que no fueron ni son peores que en otros países de Latinoamérica, o en otras regiones del mundo). A partir de la llegada de Lula al poder,  esa política ha conseguido éxitos magistrales, que les envidio profundamente (Sobre todo porque pienso que los argentinos también podríamos hacerla – tenemos con qué – si no fuera por nuestras internas caníbales).
Por supuesto, ahora muchos brasilófobos aprovechan para denunciar el “engaño”. Tonterías. Estas protestas masivas ayudarán a ver las debilidades reales de nuestro vecino, pero no disminuyen nada de su extensión territorial, de su población, de su base industrial,… Sigue siendo el país más poderoso de la América del Sur, por lejos. Y, sostengo, nuestro inevitable aliado.
Mientras tanto, nuestros medios locales – hasta ese un poco más diverso y sensible que es la blogosfera – están hablando del tema. Eso sí, la impresión que tengo es que muchos de nosotros vemos lo que está pasando en Brasil con los anteojos de nuestra realidad política. Inevitable, por otra parte, en un año electoral como el que tenemos aquí.
Entonces los manifestantes brasileños son caceroleros quejosos de un gobierno que ha hecho avanzar a las masas populares / son las masas populares que se rebelan ante el reformismo cosmético de un gobierno que mantiene un sistema injusto. A Dilma le está pasando esto porque no combate la inflación / porque la combate demasiado y no se da cuenta que lo fundamental es alentar el consumo / porque no ataca la “real” causa de la inflación que son las ganancias desmedidas de los empresarios / porque no cuenta con el factor de gobernanza que son los intendentes peronistas del conurbano … Siguen las explicaciones.
No pretendo tener “la precisa”. Lo que voy a hacer ahora es copiarles algunos textos que encontré en la blogosfera que me parece que dan buena información y que aportan enfoques razonables de una realidad muy compleja. Y muy importante. Me refiero, claro, a Brasil. Que va a seguir estando ahí en nuestra frontera del nordeste cuando las manifestaciones se aplaquen.
Forman un posteo largo. Pero éste es un feriado largo, y creo que pueden emplear media hora en leer o releer este material. Créanme que vale la pena, porque nos está hablando de una realidad no tan distinta de la nuestra. Recuerdan eso de “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar“?
Empiezo con algo del blog de Ariel, un argentino que vive desde hace más de 10 años en São Paulo. No haría falta, porque ya fue reproducido en Artepolítica, pero les dije que valía la pena releerlo, si ya lo hicieron. Es una visión cercana e informada:
Este país que quiero tanto, este país que crece y progresa… este país es un grito… en realidad varios. Es un país en el que mucha gente rica se siente pobre por no estar a la altura del estilo de vida de los ricos americanos (ojo, no digo europeos, que no son taaaan ricos… digo americanos). Mucha gente que en cualquier país de la Europa pre-crisis (más aún de la post-crisis) sería considerada rica, aquí se siente pobre… porque no puede satisfacer un infinito afán de consumo. En este país dónde más de diez años atrás una mayoría muy pobre eligió por primera vez a un líder sindical como presidente, este país donde eso siempre fue considerado una afrenta por los sectores dominantes, este país donde hace más de diez años gobierna una alianza de corte popular (el PT y partidos aliados)… este país que se viene levantando lentamente hoy se lanza a la calle para luchar contra la corrupción. Es así? No tengo respuestas ni firmes ni definitivas porque esto es muy reciente y hace falta una cierta perspectiva para poder decir algo. Pero gracias al estímulo del amigo Escriba me obligué a sentarme a escribir unas líneas, para comenzar.
Lo primero que hay que dejar en claro es que esto comenzó con una manifestación del Movimento Passe Livre (MPL) el viernes pasado. El MPL como se puede ver en el link es un movimiento político apartidario (ojo, no antipartidario como ellos mismos aclaran en estos días) que se inició en 2003 con luchas estudiantiles por boletos subsidiados y se formalizó en el V Foro Social Mundial de Porto Alegre. El MPL tiene como punto principal de su pauta la estatización total de los sistemas de transporte urbano en el país, y su completa gratuidad para todo el mundo. Describo entonces en líneas generales lo que viene ocurriendo.
 
1. El MPL re-lanza una protesta por una política de transporte publico costo cero, contra un anuncio de aumentos de R$s 0,20 del boleto de omnibus (Prefeitura de São Paulo – PT) y del Metro (Governo do Estado – PSDB);
 
 2. La Policia Militar (PM – aqui es la policía estadual, como la bonaerense digamos) reprime brutal y estúpidamente (responsable político: el gobernador, del PSDB) dejando heridos (entre ellos periodistas de las mayores cadenas de televisión y de los principales medios de prensa), lo cual contribuye a visibilizar la protesta;
 
3. Los dirigentes del PSDB (Estado) salen a defender a la PM. Los de la Prefeitura (PT) desaparecen: ni una declaracion. La prensa inicialmente opera defendiendo tenuemente la represión (la tesis de los daños colaterales pero a los bandidos hay que darles) porque los cuestionamientos a la PM escalan al gobierno estadual (PSDB, con el cual están alineados desde siemrpe) y no al federal (PT), hasta que ocurren dos cosas: a) se hace inocultable la brutalidad y sobre todo la estupidez policial (por ejemplo se difundió que el vinagre sirve para resistir las bombas de gases lacrimógenos, con lo cual se lanzaron a la caza de personas que pudieran haber comprado una botella de vinagre en las puertas de los supermercados… no es joda, es en serio!); b) por otro, comienza a direccionarse el enojo contra los políticos en general y no contra el responsable político de la represión o su partido;
 
4. Cambia el eje: el apoyo de la gente a los agredidos por un lado (ojo, tod@s estudiantes de clase media acomodada cuyos padres jamás imaginaron que sus hij@s participarían de una cosa así y menos que la policía podría estar reprimiéndolos) y la falta de respuesta por parte de la clase política frente a la represion por otro, terminaron de polarizar el conflicto… contra la clase política. Ahí, la prensa hizo campaña para esconder a sus aliados y mostrar a Dima en la cúpula de la pirámide de responsabilidades… lo que tuvo bastante resonancia.
 
5. Un ingrediente casi diría psicológico, que no me parece menor, es cierta épica de lucha de la clase media que tuvo alguna participación política hasta los tiempos de lucha contra la dictadura y que después se dedicó a su vida. Ahora están orgullos@s de que sus hij@s, apátic@s, abúlic@s, consumistas, de pronto se involucran políticamente en algo que les recuerda a sus luchas de juventud… los guían y estimulan porque, sin importar el detalle de que las consignas son mayoritariamente reaccionarias y antipolíticas, es la posibilidad de que sientan por primera vez en casi dos generaciones que la política se hace en la calle (tal vez tengan razón, personalmente creo que no);
 
Alguna gente joven, estudiantes militantes de movimientos sociales, no parecen estar muy satisfechos con la dirección que el movimiento está tomando. La mayor cantidad de consignas que estan siendo levantadas ahora son contra la politica, los politicos y los partidos, el mundial de fútbol, y más específicamente, está creciendo la protesta anti PT, y sobre todo anti Dilma y anti Lula. Tal vez la novedad no sea esta, son sectores que nunca tragaron al PT ni ninguno de sus avances sociales, económicos, culturales… la novedad tal vez sea que por primera vez en mucho tiempo, y a la cola de un movimiento de izquierda, estas personas empiezan a estar movilizadas“.
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También quiero acercarles este análisis de Marcelo Falak, uno de los muy pocos periodistas que escribe con inteligencia sobre política internacional. Creo que es la mejor visión de conjunto del tema que he leído hasta ahora:
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Cómo se juzga una gestión o, más aun, a un estadista? Al asumir el 1 de enero de 2003, Luiz Inácio Lula da Silva dijo que se daría por satisfecho si al terminar su gobierno todos los brasileños tuvieran cada día un desayuno, un almuerzo y una cena dignos. Si ése es el patrón de medida, verdaderamente revolucionario para un país como Brasil y razonablemente alcanzado, hay que convenir en que su paso por la historia, continuado desde 2011 por Dilma Rousseff, valió la pena.
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Sin embargo, la propia Dilma, el resto de la clase política brasileña y analistas de todos los colores políticos se sorprenden estos días por la irrupción de masas disconformes en las calles, un fenómeno que, es inevitable, debe considerarse fruto tanto de las luces como de las sombras de la última década.
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Más allá de sus éxitos en materia de inclusión, un rasgo destacó al Brasil de los últimos años: una extraordinaria campaña de relaciones públicas que hizo de Lula un ícono mundial, amado de izquierda a derecha… fuera de Brasil, desde ya. Internamente, tanto él como todo lo que representa el Partido de los Trabajadores son considerados por la opinión de derecha y centroderecha fenómenos políticos ligados al populismo, la corrupción y la falta de cultura.
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La política internacional interesa a pocos como materia en sí misma; el resto repasa sus páginas entre la indiferencia y el interés de usarla como arma arrojadiza para las reyertas domésticas. Así, el “socialismo” lulista, al que se sumaron variables más módicas, como el chileno o el frenteamplismo uruguayo, suele ser presentado en nuestro país y en otros como un progresismo racional, opuesto a los excesos domésticos. Esa mirada idealizada (e interesada) tendió a soslayar las falencias de un reformismo acaso demasiado suave.
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La coyuntura económica internacional del período hizo posible, con materias primas caras y tasas de interés bajas, que todos los proyectos políticos en la región resultaran más o menos exitosos. El Brasil lulista, el Chile de la Concertación y del piñerismo, el Uruguay del Frente Amplio, la Venezuela chavista, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa, la Colombia de la derecha pronorteamericana y la Argentina kirchnerista registraron, invariablemente, buenos indicadores en materia de crecimiento y reducción de la pobreza. A algunos, como a la Venezuela de Nicolás Maduro, las costuras y remiendos ya le resultan indisimulables. Los de Brasil, muy otros sin duda, habían pasado más desapercibidos.
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Los precios récord del petróleo, el cobre, la soja y los granos en general explican buena parte del desempeño de esos países. También del de Brasil, que pese a su potencial industrial sin parangón en la región vio cómo sus exportaciones se primarizaron año a año. Rezagos regulatorios, carencias de infraestructura, falencias institucionales y cierta obsesión con la inflación vuelven ahora a aplanar su tantas veces anunciado “boom”.
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En los años buenos, allí y aquí, todos ganaron, desde las clases más desfavorecidas a las que la ayuda social les permitió comer, hasta la gran banca, pasando por los pobres que se sumaron a la clase media a partir de la robusta creación de empleo, por las clases medias que accedieron a mejores ingresos y más crédito, por la gran industria y por un agro en expansión.
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Esa gestión “fácil” de la coyuntura permitió, en el caso de Brasil, que se hicieran loas a un reformismo, como dijimos suave. Valga un ejemplo de ayer mismo, en plena conmoción por las protestas. El segundo productor mundial de mineral de hierro anunció un nuevo código minero que duplica hasta el 4% las regalías que debe pagar el sector al Estado. ¿Mucho? Depende. Las empresas esperaban un anuncio más lesivo para sus intereses, tanto que las acciones del gigante Vale subían casi un 2% ayer a la tarde en la Bolsa paulista. Además, ese 4% es apenas un tercio de lo que cobra un país como Australia.
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Como sea, mucha, mucha gente ascendió en la escala social con los gobiernos del PT. Se dijo muchas veces que 40 millones de brasileños salieron en la última década de la pobreza y pasaron a engrosar la clase media. Es cierto, tanto como que los análisis entusiastas minimizaron el hecho de que el universo de la clase media brasileña que abarca hoy a un 54% de la población tiene un piso de ingreso de modestos 145 dólares mensuales por persona. La política puede cambiar la realidad, pero la estadística hace milagros.
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Además de lo valioso que es empezar a comer, a vestirse y a contar con el desahogo suficiente como para que más familias envíen a sus hijos a la escuela, ¿qué pasó con los servicios públicos? Transporte, salud y educación son sectores que cuentan con una infraestructura más que deficiente, que hacen que las condiciones de acceso sean difíciles y los tiempos de espera, interminables. El crecimiento acumulado amplió la demanda de esos servicios, pero la oferta no creció en la misma proporción a pesar de los pomposos y reiterados anuncios de megainversiones por cifras colosales que nunca terminaron de concretarse. Todo con el telón de fondo de los fastuosos gastos para un Mundial y unos Juegos Olímpicos de cuya transparencia se hablará mucho en el futuro.
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Aunque se trata de evitar las exageraciones, no se busca aquí minimizar los avances sociales registrados. De lo que se trata es de constatar que el mencionado engrosamiento de la clase media, con un componente tradicional y uno nuevo y pujante, originó una demanda de derechos de segunda generación, que incluye los ítems recién mencionados y otros, largamente insatisfechos, como la pelea en serio contra la corrupción endémica y la eliminación de las rémoras de la dictadura en fuerzas policiales (estaduales) que no saben intervenir en las manifestaciones públicas sin brutalidad.
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Esto, la brutalidad policial, es, justamente, el factor que hizo que protestas que hace menos de una semana juntaban a unas pocas miles de personas en demanda de pasajes de colectivo algo más baratos que la enormidad de 1,5 dólares escalaran hasta lo visto el lunes y ayer. El conflicto, acotado y sectorial, se hizo político y masivo. Curioso: algo similar ocurrió en Turquía, donde, salvajismo represivo mediante, una marcha contra una obra en un parque de Estambul derivó en una protesta nacional que conmovió al gobierno islamista. Brasil y Turquía… dos estrellas del mundo emergente del primer tramo del siglo XXI.
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Lo anterior permite pensar también en un cierto “espíritu de época”. Jóvenes que rechazan la política partidaria, que se convocan a través de redes sociales… De San Pablo y Río, a Estambul y Madrid.
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Si se permite aludir a ese vaporoso “espíritu de época”, se podría evocar un paralelo acaso algo abusivo pero que, por la diferencia de escala, permite iluminar algo más lo que está pasando: el Mayo Francés. A 45 años de distancia, ¿quién puede explicar qué motivó aquellos episodios? ¿Un clima ideológico? ¿Una gran cantidad de jóvenes más educados que comenzaban a temer por su inserción profesional en momento en que el Estado benefactor comenzaba a dar señales de agotamiento? ¿Una “irritación difusa”, tal la feliz definición que la columnista de Folha de Sao Paulo Eliane Cantanhéde dio a los episodios de estos días?
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Por último, ¿quién paga los platos rotos del “otoño brasileño”? Dilma, sin dudas, aunque las mismos sondeos que dan cuenta de un apoyo amplio a los manifestantes le auguran (¿prematuramente?) una reelección en primera vuelta el año que viene. Pero, además de ella, el resto del arco político.
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En Río de Janeiro, por caso, gobierna el Partido del Movimiento Democrático (PMDB), un aliado del PT pero que tiene una agenda propia, más electoral que programática; no por nada es la mayor maquinaria electoral de Brasil. Y en San Pablo reina el Partido de la Social Democracia (PSDB), un centroderecha que entregó los últimos candidatos “anti-Lula” y que en octubre de 2014 presentará la potente postulación del exgobernador mineiro Aécio Neves.
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Esas multitudes parecen corear nuestro conocido “que se vayan todos”, aunque se sabe que casi nadie se va y que la irrupción de esos movimientos juveniles, idealistas y anárquicos suele ser tan sorpresiva como su evaporación. Pero su insatisfacción, difusa o no, sí que persiste y alguna vez deberá ser atendida para evitar males mayores“.
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Como les dije, me parece la de Falak una visión muy lúcida, que abarca Brasil y su circunstancia, que es la América del Sur. También recomiendo la de Mariano, en Yendo a Menos, Eu quero Lula de novo, y vale la pena leer – el portugués es muy accesible – esta reflexión de Emir Sader, de esa izquierda brasileña que forma parte, crítica, de su clase dirigente.
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Pero voy a cerrar este posteo con otro material que también apareció en Artepolítica – ¿les dije que es uno de los mejores blogs en castellano? – pero en octubre del año pasado. Fue una buena pre visión, y, además, creo que nos dice algo a nosotros.
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Sonia Fleury. Brasileña, doctora en Ciencia Política. Un CV de intelectual brasileño de esos que solemos envidiar.  Dio una conferencia en el ciclo “Debates y Combates”, que organiza la Secretaría de Cultura de la Nación.
… Esta buena señora explicó dos cosas que ocurren en Brasil:
  • La primera es cómo el PT maneja dos niveles de coaliciones. Una “coalición de gobierno” y una “coalición de poder”. La “coalición de gobierno” (arriba) incluye alianzas con empresarios, con los políticos tradicionales que representan el poder de las oligarquías locales. Con una buena parte del poder “establecido” de Brasil. La “coalición de poder” (abajo) es la base. Los sindicatos, los Sin Tierra, los movimientos sociales. Lula es quien hilvana esos dos niveles para que no se vayan ni unos ni otros y se mantengan unidos en función de algunos objetivos módicos como por ejemplo: no perder el poder, evitar que ganen “los otros” y estar “un poco mejor que antes”. Y todo eso sin un ánimo “rupturista” del orden, sino más o menos todo lo contrario. Como toda descripción de un populismo “realmente existente” no suele ni ser muy épica, ni aparecer en los medios de comunicación ni en los conceptos simplificadores de Twitter y de la TV.
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  • Pero la segunda cosa que dijo fue lo que realmente nos llamó la atención.  Lo que hizo que nos miráramos con las cejas bien levantadas y tensas a unos 20 metros de distancia. Fleury contó cómo el PT está teniendo problemas con esas famosas “nuevas clases medias”. Que no es que pasaron de la favela a vivir en, ponele, Pueyrredón y Córdoba. No. Son más bien que gente que tiene un empleo que no tenía, que accede a un cierto nivel de consumo que no tenía, quizás accedió a una institución educativa a la que no accedía, mejora su dieta y algún consumo cultural. Compró una motito. Explicó esta politóloga que estas personas, en un contexto “individualista” consideran ahora que “llegaron” pura y exclusivamente por su “propio esfuerzo”. Que no son parte de ningún proceso colectivo, social, político. Que creen que todo esto ocurre tan sólo porque lo  ”merecían”.

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